Aunque la demanda en estas edades es afortunadamente más limitada, lograr llevar a cabo este tipo de intervención para salvar vidas es más complicado aún por una razón también afortunada: la mortalidad infantil es muy pequeña.

Aunque la demanda de trasplantes en estas edades es afortunadamente limitada, la donación de órganos lo es todavía más por una razón también afortunada: la mortalidad infantil en general y la que permite la donación en particular es muy pequeña en cualquier país desarrollado y por supuesto en España, con una de las cifras más bajas de Europa y con tendencia a la baja. De ahí que sea preciso analizar la situación para cada órgano en particular y la utilización tanto de la donación de vivo como de distintas técnicas quirúrgicas que se han ido desarrollando de forma vicariante para obviar la desproporción oferta -demanda.

Los niños representan de media el 6% de los pacientes en lista de espera para todos los órganos mientras que los donantes infantiles en la última década han sido tan solo del 1,5-2% del total: menos de 50 donantes al año en toda España. Esta desproporción tiene gran importancia para corazón, pulmón e intestino porque son trasplantes que precisan una similitud entre el tamaño del donante y el del receptor: un recién nacido solo puede recibir el corazón de otro recién nacido, no de un niño de mayor tamaño y mucho menos de un adulto.

Riñón e hígado

En cambio, tanto el riñón como el hígado, que además son los órganos más demandados, pueden ser trasplantados con órganos de donantes adultos, lo que afortunadamente quita mucha presión a la lista de espera infantil.

En el caso del hígado para niños pequeños, la mayoría con atresia de vías biliares u otra enfermedad congénita, el trasplante se realiza con el lóbulo izquierdo (el de menor tamaño) del hígado de un donante fallecido adulto o bien de uno de sus progenitores que optan por donárselo en vida. También es posible el ‘trasplante reducido’ de un donante fallecido, de tamaño no muy grande, que el cirujano ajusta a la cavidad abdominal del niño. La donación del hígado de un niño en muerte cerebral o en parada cardiaca es posible, pero no en los primeros meses de vida en los que se considera aún ‘inmaduro’ para ser trasplantado. En España se trasplantan al año entre 60 y 80 niños.

En el caso del riñón, la donación de fallecido solo se suele hacer a partir de los 2-3 años, ya que con riñones más pequeños los resultados son muy malos. También aquí y aunque los riñones infantiles de mayor tamaño pueden trasplantarse, la mayoría de las donaciones proceden de adultos jóvenes (nunca de personas mayores) o bien son de donante vivo, habitualmente de los progenitores como en el caso del hígado.

Un niño nunca puede donar un riñón en vida por razones tanto éticas como legales, aunque históricamente no siempre ha sido así y, de hecho, el récord mundial de supervivencia data de 1964, en que una niña de 12 años donó un riñón a su hermana gemela en Boston, permaneciendo ambas perfectamente más de 50 años después. En España se hacen entre 60 y 90 trasplantes renales infantiles al año.

Corazón, pulmón e intestino

Corazón, pulmón e intestino

El corazón, en cambio, exige una concordancia de tamaño donante-receptor y por supuesto no es posible la donación en vivo, lo que le hace mucho más difícil. Suelen ser niños que afrontan periodos prolongados en lista de espera hasta que surge el donante adecuado, que no siempre llega a tiempo. Es el grupo de enfermos en que se producen con mayor frecuencia intercambios internacionales por la imperiosa necesidad de conseguir esa compatibilidad, estadísticamente muy difícil con solo donaciones locales.

En los últimos años se han producido dos innovaciones fundamentales que han incrementado significativamente las posibilidades de trasplante: por una parte, la posibilidad de trasplantar con incompatibilidad de grupo ABO gracias a un tratamiento previo de desensibilización, y por otra, la posibilidad de donación a corazón parado, ya que de los pocos niños que fallecen y son potenciales donantes, la mayoría no llega a la muerte cerebral. Con muchas variaciones interanuales, en España se hacen entre 15 y 30 trasplantes cardiacos infantiles al año.

En el caso del pulmón, también hay necesidad de tamaños similares, aunque aquí cabe la posibilidad de utilizar pulmones de mayor tamaño que el del receptor, previa reducción quirúrgica. También la donación a corazón parado se ha empezado a utilizar en estos niños con el fin de mejorar sus posibilidades de trasplante. El trasplante de vivo, con uno o dos lóbulos de los padres es posible, pero muy complejo y no se hace en nuestro país. En España se hacen entre 2 y 10 trasplantes pulmonares pediátricos anuales (un total de 165 en los últimos 25 años).

Quizás el trasplante infantil más difícil y también el más complicado sea el de intestino, tanto aislado como combinado con otros órganos abdominales: los llamados ‘clusters’ (‘racimos’ o multiviscerales) en los que se trasplantan hasta 7 órganos del mismo donante en operaciones muy delicadas y de muchas horas de quirófano. Aquí la necesidad de compatibilidad de tamaño y grupo sanguíneo es total y por ello la dificultad es máxima. Al año se hacen entre 4 y 12 trasplantes de este tipo en nuestro país.

Pero consideraciones técnicas y epidemiológicas aparte, si siempre la donación de órganos se produce sobre la base de una situación trágica como es la muerte de un familiar, en el caso de la pérdida de un niño, por definición previamente sano, se entiende que la tragedia es aún mayor. Es un momento durísimo tanto para la familia como para los equipos encargados de la donación, que solo se atenúa con la satisfacción de haber salvado la vida a otros niños sin alternativa terapéutica distinta del trasplante.

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