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Para niños y adultos con insuficiencia hepática y enfermedad hepática terminal, el trasplante de hígado de donante vivo (LDLT, por sus siglas en inglés) es una opción de tratamiento comprobada, con menor mortalidad y morbilidad en la lista de espera, así como una supervivencia del injerto y del paciente equivalente o superior en comparación con el trasplante de hígado de donante fallecido. Un elemento clave para el crecimiento y éxito de un programa de donación de hígado en vida es la evaluación cuidadosa del posible donante, incluyendo su historial médico, quirúrgico y psicosocial, para garantizar la seguridad de estos donantes.
Es fundamental en el proceso transmitir el posible impacto a corto y largo plazo de someterse a un procedimiento quirúrgico que no es necesario para su propia salud, sino para el beneficio de otra persona. Si bien se conocen los resultados a corto plazo de los donantes vivos de hígado, los resultados a largo plazo (5 años), incluyendo aspectos médicos, quirúrgicos, psicosociales, de embarazo y resultados materno-infantiles, son menos conocidos. Actualmente, existe una escasez de datos detallados que demuestren los resultados a largo plazo y la seguridad general específicamente en la población de donantes vivos de hígado, que por lo general son personas "sanas".
Es necesario reunir a expertos involucrados en la evaluación, selección, procedimiento quirúrgico y seguimiento de los donantes vivos para revisar, debatir y llegar a un consenso sobre la práctica segura de la cirugía de donación en vida y los resultados a corto y largo plazo de estos donantes. Este consenso cuenta con la participación de un grupo selecto de profesionales médicos de alto nivel (incluyendo cirujanos, hepatólogos, radiólogos, anestesiólogos, científicos, enfermeros y defensores de los pacientes).