A los 80 años de edad ha fallecido una de las investigadoras más importantes de la historia de España. «No hace falta ser un genio para ser buena científica, yo soy una persona normal» comentaba, y sin embargo, muchos científicos piensan que era mucho más que simplemente «una buena científica».

Hablar de Margarita Salas es mentar una parte importantísima de la historia de la ciencia en España. Fue discípula de Severo Ochoa en la década de los 60 casi hasta el día de su fallecimiento, el 7 de noviembre de 2019, mantuvo su pasión por la ciencia e iba cada día al laboratorio donde trabajaba: «No concibo la vida sin investigación”, explicó Salas al recoger el pasado junio en Viena el Premio Inventor Europeo concedido por la Oficina Europea de Patentes y Marcas.

Nacida en Canero, Asturias, en 1938 fue, sin lugar a dudas, una de las científicas más importantes de la historia de España. Tras licenciarse en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, en 1964, junto a su marido, Eladio Viñuela, y ante la falta de financiación en España, emigró a Estados Unidos, al Departamento Científico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, donde trabajaron junto a Severo Ochoa hasta 1967. Gracias a la financiación americana para desarrollar la biología molecular volvieron ese año a España, donde fundó el primer grupo de investigación en genética molecular del país.

Entre los logros de su carrera, Salas cuenta con el descubrimiento de la ADN polimerasa del virus bacteriófago phi29, que tiene una aplicación crucial en biotecnología: permite amplificar el ADN de manera sencilla, rápida y fiable. Básicamente ensamblaba moléculas de ADN mucho más rápido y con mucha más precisión que otras moléculas. Por ello se usa en medicina forense, oncología y arqueología, entre otras áreas. “Esta polimerasa se usa en todo el mundo y se aplica en análisis genético, forense y paleontológico, entre otros”, explicó en una entrega de premios la propia Salas. “Cuando uno tiene cantidades pequeñas de ADN, como un pelo hallado en un crimen o unos restos arqueológicos, esta ADN polimerasa amplifica millones de veces el ADN para poder ser analizado, secuenciado y estudiado”, añadió. Por ejemplo, a nivel médico, permite a los oncólogos ampliar pequeñas poblaciones de células que podrían dar lugar a tumores y así estudiarlos con más facilidad y rapidez.

Machismo científico

Sin embargo, el suyo no fue un camino de pétalos de rosas, sino un camino de baches con un escollo realmente duro: el machismo en el mundo de la ciencia. Como apuntaba a finales de 2018 en una entrevista a SINC, cuando ella era joven, «a las mujeres no se nos consideraba capacitadas para investigar. Incluso mi director de tesis, Alberto Sols, era muy machista. Aunque después se convirtió». Aunque sí es consciente de que esa mentalidad machista del año 1961 ha cambiado enormemente, afirmando que «ahora es distinto, estoy muy bien considerada». De hecho, sobre el papel de la mujer en la ciencia se mostraba muy directa: «Yo no quiero cuotas, no quiero que a las mujeres se nos dé nada por el hecho de ser mujeres. Que se nos dé si lo valemos, pero que no se nos quite por el hecho de serlo».

La investigadora del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid, siempre ha defendido la ciencia como método esencial del desarrollo humano. “Lo importante es hacer investigación básica de calidad, y de esta pueden salir resultados aplicables que no son previsibles a primera vista. Y sin embargo salen y pueden ser rentables”, afirmaba Salas.

A lo largo de su carrera, Margarita Salas recibió numerosos premios internacionales y nacionales, entre los que se encuentran la Medalla Mendel, el Premio Rey Jaime I, el Premio Nacional Ramón y Cajal, el Premio L’Oreal UNESCO y la Medalla Echegaray otorgada por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. (fue la primera mujer en recibirla). Salas fue además miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

Fuente: nationalgeographic.com