Son personas sanas que, de forma desinteresada (y anónima en España), ceden un riñón para trasplantar a quien lo necesite. Los donantes dicen que lo han vivido como una experiencia muy positiva y que lo volverían a hacer
Se llama ‘donante renal altruista‘ o ‘buen samaritano’ a aquella persona que dona un riñón a un desconocido que necesita un trasplante. Se trata de una figura y una denominación importada de los países anglosajones y del norte de Europa, donde se utiliza el trasplante de vivo con más frecuencia que en nuestro país y donde el hecho de donar un riñón a un desconocido está más arraigado desde hace muchos años. En España, la ONT introdujo esta figura en 2010, tras un periodo de reflexión y consenso entre trasplantadores, expertos en bioética y juristas, y con alguna que otra discusión.
Curiosamente, mucho antes de llegar a esta aprobación formal con su consiguiente regulación, no eran excepcionales las ofertas a equipos de trasplante de personas que querían donar uno de sus riñones, o incluso un fragmento de hígado. De hecho, yo tuve ocasión de asistir a uno de estos ofrecimientos en mis lejanos tiempos de médico residente hace ya casi 50 años. Sistemáticamente, les quitábamos la idea de la cabeza, primero porque el riesgo de complicaciones para el donante renal entonces era muy superior al actual, pero sobre todo por la posibilidad de que este acto en principio altruista pudiera convertirse de hecho en una forma encubierta de comercialización o de extorsión al receptor.
Cuando el tema se replanteó hace 12 años, el riesgo de ser donante se había ya reducido mucho si la selección se hace correctamente y se excluyen los factores de riesgo (hipertensión, diabetes…) ya perfectamente identificados en los grandes estudios internacionales. En cuanto a la posibilidad de una relación viciada entre donante y receptor, el tema se obvió mediante una prohibición estricta de que ambos se conozcan ni tengan ningún contacto, algo que se ha cumplido rigurosamente en todos los casos, aparte el control judicial a que obliga nuestra legislación en el trasplante de vivo.
El error que se convirtió en ley
El anonimato del donante, necesario en estos casos (aunque no ocurra igual en otros países), quedó establecido legalmente en España gracias a un error que se deslizó en la Ley de Trasplantes de 1979 (dato corroborado por uno de sus impulsores) y que nunca ha sido modificado formalmente. Al establecer la obligación legal de que el receptor de un trasplante de donante fallecido y la familia del donante se conozcan, se extendió erróneamente al donante vivo, algo sin ningún sentido cuando se cede el órgano a un familiar (la situación habitual) y que por supuesto jamás se ha cumplido. Sin embargo, en este caso vino muy bien porque permitió regularlo sin ninguna modificación legal.
Las reticencias históricas y los temores a que algo saliera mal y se truncara todo el programa hicieron que los requisitos para aceptar definitivamente a alguien como ‘buen samaritano’ fueran tremendamente restrictivos desde el punto de vista del estado físico y psicológico, edad y hasta condicionantes familiares y sociales, algo desde luego impensable en los países a que antes aludíamos y de los que importamos el programa.
Balance: positivo (y corto de casos)
De hecho, y con motivo del día del donante, la ONT acaba de hacer balance de estos doce años en los que se han producido 333 ofertas de personas, de las que solo han cristalizado 18, más o menos una de cada veinte. Como comparación, en el Reino Unido se produjeron en 2019, último año prepandemia, cerca de un centenar de estas donaciones.
El objetivo de sacar a la luz este año el tema y dar difusión a los testimonios de tres de estos ‘buenos samaritanos’, una vez transcurrido el tiempo suficiente como para que no se pueda identificar a su receptor, es precisamente llamar la atención sobre la necesidad de potenciar esta figura en particular y el trasplante renal de vivo en general como el mejor procedimiento del que disponemos hoy día para tratar la insuficiencia renal crónica. Todos lo vivieron como una experiencia muy positiva y recalcaron que lo volverían a hacer.
Cadena de trasplantes
Estos 18 donantes dieron a su vez origen a unas cadenas de trasplantes renales cruzados que han permitido realizar 55 intervenciones. Las cadenas surgen cuando existen dos parejas donante-receptor incompatibles que intercambian sus respectivos donantes para hacer posibles los trasplantes. Esto sería un cruce simple, pero pueden darse cruces a tres o más bandas que permiten efectuar cadenas de muchos eslabones y es precisamente en estos casos en los que el ‘buen samaritano’ posibilita iniciarlas al actuar como una especie de comodín que hace posible múltiples combinaciones utilizando los algoritmos adecuados.
De hecho, uno de los motivos fundamentales para adoptar esta figura en 2010 fue el inicio del trasplante renal cruzado en 2009 y el hecho de que ambos programas se potencien enormemente como luego hemos podido comprobar. Todo lo dicho sería igualmente aplicable, con algunos matices, a la donación altruista de un fragmento de hígado, aunque esto es algo que por sus mayores riesgos y la dinámica un tanto distinta del trasplante hepático, por ejemplo con mucha mayor dificultad para garantizar el anonimato, no se ha afrontado en España.
El hecho de donar un riñón a un desconocido al que ni siquiera se va a conocer es probablemente uno de los ejemplos más claros de altruismo y generosidad que se pueden dar en el mundo actual y desde luego merecedor del máximo reconocimiento social. Es algo que representa un soplo de esperanza en un mundo donde, desgraciadamente, no abundan los motivos de alegría. Una razón para creer en la Humanidad.
Fuente. Alimente.elconfidencial.com